miércoles, 28 de septiembre de 2011

Aprender a seguir



Amigos poetas, escritores noveles, lectores: sirvan estas líneas para iniciar hoy, una profunda meditación de nuestro camino a seguir, orientando el rumbo o reacomodando tiempos y objetivos, antes de que comience un nuevo año.
Sabemos que nadie puede descifrar los misterios de la muerte; ni siquiera de la vida. Algunos vivimos ese despegar y está reflejado por alli, en un poema. Podemos negar cuestiones sobrenaturales, no creer ni esperar nada de ese ser supremo que algunos llamamos Dios, pero es innegable, que el don de la vida es algo inexplicable, como lo es el inexorable camino hacia la muerte.


Cuando advertimos que nuestros amigos empiezan a dejarnos, sabemos sin decirlo, que nos acercamos a la recta final. También nos moviliza ver que nuestros conocidos más cercanos, se despiden de sus seres queridos. Pero hay opciones para seguir batallando; ignorar las advertencias o dedicar algún tiempo a las reflexiones, ordenar nuestro tiempo y tratar de hacer todas las cosas que están pendientes, sin torpe ligereza ni ansiosa premura, pero si con constancia y continuidad.
Y entremedio, hacer lo que nos agrada y alimenta el alma. Aunque esto sea ir a la plaza casi desierta los domingos a la hora de la siesta, a mirar los perros refrescándose en el pasto o las palomas, intentando una merienda peligrosamente cerca de nuestro alfajor desmigajado.


Dije hace años en una página de El Diario local, que 'La verdadera felicidad, está en las cosas simples y transparentes'. A muchos años, pienso de igual manera y el estar sola en silencio, me devuelve esa paz interior quer uno sin programar a veces pierde.

Hoy, por una de esas raras coincidencias, me encontré con la esposa de un compañeo de trabajo, al entrar a mi oficina. Jamás voy a esa hora. Era un sitio insólito y pensé en voz alta que, cuando yo no esté, mis blogs van a morir conmigo. Ella me miró sorprendida, pero es simple el tomar conciencia a tiempo, de lo que nos aguarda en una vereda, cada vez más cercana. Tengo en uno de mis 12 blogs, los datos de alguien que a sus 90 años, revolucionó la web y decidí compartir la nota, en este que están leyendo y que aún no le he dado la suficiente difusión, tal vez, porque lo siento más íntimo.

Y le comenté que me agradaría que ambos lo continuaran, como si se tratara de un árbol a la espera de su riego para seguir creciendo. Lo tomó con sus grandes ojos claros muy abiertos, pero con agrado porque en ellos depositaba mi confianza y esa ya es una misión cumplida. Antes, ya había descartado otros nombres, porque cada vez, se estrecha más el círculo de la gente que valora nuestro afecto y no camina por el mundo con sentimientos que dañan o defectos encubiertos que lastiman.

Había que orientar este blog y cuando encontré el verdadero motivo, segui avanzando. Invité a quienes lo descubrieran, a que reflexionaran sobre sus propias vidas y comentaran allí que les parecía que debían pensar 'a esta altura' de sus vidas.


Tiempo después, un fiel y profundo seguidor de mis poemas de Ecuador y dos escritoras de España, allí estaban acompañándome, en este mágico y silencioso espacio de los afectos por la web, donde hay de todo y debemos descubrir quienes valen la pena y quienes no.

También hoy, miré por un momento, la novela preferida de mi hija por televisión, extranjera y ajena a mi. Solo me acerca el idioma italiano, en pocos párrafos. Había una discusión entre dos personas y me alejé al otro lado de la habitación. Al regresar, se había mudado de personajes otra pelea. Bajé el volumen y pensé que eran buenas las fotografías de algunas escenas, también los movimentos de cámara y algunos paisajes de esa Italia, cunaa de mis abuelos maternos que ya no conoceré, dejando uno de los más bonitos sueños, pendiente para siempre. Pero también reflexioné que a diario, recolectamos noticias tristes, escenarios angustiantes de mucha gente y de nuestro entorno. No hay oración ni santo que pueda ayudarnos, ni corazón que soporte tanto dolor, sumado a la angustia que por distintas causas, sufren los que nos rodean y nosotros mismos.


Desearía aprender a escuchar sin oir, que me resbalen las penas de los otros, por más cerca que estén y que no vengan a mi tantas personas cuando necesitan algo, que después desaparecen.

Quisiera desconectar ese 'imán' para abrirle las puertas a quienes tienen o se buscan problemas y encontrar la forma de percibir con más profundidad, donde están mis verdaderos afectos, donde encontrar quienes me escuchen y en que parte de este hostil y a la vez, bello universo están quienes me comprendan, me den un abrazo cálido de noble amistad y cada vez más... aparecen los ojos de mis hijos, que crecieron a la par mía y ahora yo crezco a la par de ellos.

Pasaron muchas cosas, casi imposibles de soportar. Me aislé como los osos en invierno y hubo un extraño click, que me sacó del ostracismo. Me invitó mi amigo Alberto a cenar a su casa 'Los peñitos' (en ranquel peñí, peñí, significa hermanos). Está en lo alto de las sierras, un lugar paradisíaco, salvaje y a la vez, con toques urbanos de singular belleza. Al terminar la cena, descendimos a su bar íntimo y con detalles cinematográficos.


Después de años, me encontré bailando una zamba, con uno de sus invitados. Ya en las primeras horas del nuevo día, micrófono en mano, y acompañada de dos guitarras magistrales, despunté una tonada, aún a media voz.

Días después, fui aumentando el énfasis y ganando confianza, esa cualidad que a veces la vida nos arrebata y es difícil recuperar. Allí volví a ser yo, con mi alegría casi olvidada, para ser nuevamente, la mujer libre, que cantaba, bailaba y compartía con buena gente alrededor, gratos momentos. En una canción del folkore nacional argentino, 'El Paraná en una zamba', arranqué sola y finalizamos cantando cuatro a viva voz, algo increíble, hermoso y para mi inolvidable.


Eso es lo que quiero a esta altura de mi vida. Poder cantar, bailar, escribir, pintar, expresarme, ser yo, sin miradas que dañan, sin gente que critica por esos kilos que fastidian, o porque me tenté con más de un chocolate de 'la caramelera'. Allí, recuperé con amigos en común, recuerdos de mi juventud, hechos canto y alegría.

Ayer 26 de septiembre de 2011, por la tarde, Uma Martina, me devolvió la alegría, al verla con sus escasos tres años, manejar mi netbook sin mauss, como una adulta y pedirme ´poné play' cuando no sabía donde seguir un juego...'nativos digitales, como dice mi amigo', al que voy a extrañar aunque no lo sepa, porque vivirá a varios kilómetros de San Luis.


Y cada día, como el 24 de septiembre de mi cumpleaños, mis tres hijos...junto a mi, para darme el saludo con un amor irrepetible. Sumo a esto, ese para mi siempre Germy que se hace llamar Geer, rebelde y con fisuras en su alma que quisiera poder aliviar. Algunos pocos compañeros, contados amigos y familiares, cada vez menos que completan el cuadro.

Pienso en mi trabajo periodístico, fascinante que casi no puedo seguir. Letras de mi vida, agolpadas alrededor que luchan por coordinarse para darme el regalo mágico de un poema. Cosas simples y a la vez grandiosas, como muchos recuerdos de mi corta pero bella infancia y adolescencia, más ese amor herido que no tengo.

Por todo esto puedo decir que, a pesar de algunas carencias, de un cuerpo que no responde a tanta actividad y un orden interior y exterior que se dilata...soy feliz. Y esto, a esta altura de mi vida, es decir demasiado.



Cae la tarde y quiero irme
como las aves al nido
busco el calor, los afectos
ya nada más me conmueve.

Los temores multiplico
las amenazas se suman
con el correr de mis tiempos
me siento desprotegida.

Clave final de mis días
donde hay tanto en acecho
regreso cansada a diario
al descanso en mi lecho.

Y la tarde que aparece,
me fructifica recuerdos,
con perfumes de retamos,
que me regala un sendero.

A esta altura de mi vida,
pocas cosas me hacen falta
y las tengo en mi casa
como si fueran un sueño.



San Luis, 28.09.2011...3.40 am
Un relato de la vida real con poema
De 'Alguna vez, la vida'
Texto y poema: María Evelia Pérez Nicotra
Foto: M. Evelia en Los Peñitos